22.3.09

Los miserables

El mundo ya entró formalmente a la peor recesión de los últimos 80 años. Las proyecciones del FMI esperan que la economía global se reduzca en 1% este año con Estados Unidos, Europa y Japón contrayéndose entre 3 y 5%.
En medio de tanto pesimismo, y sin caer en triunfalismo, es innegable que la situación peruana es privilegiada. Aun creciendo entre 3% y 4%, que es mucho menos de lo que esperábamos al comenzar el año, seremos la cuarta economía con más crecimiento en el mundo, lo cual refleja la magnitud de la crisis que afronta el resto de países.

Sin embargo, ese crecimiento –que ya es bajo comparado con el de los últimos años– no está asegurado. Para lograrlo se tienen que mantener niveles adecuados de inversión. Desafortunadamente, es aquí donde estamos presenciando un matrimonio poco santo entre aquellos que se lucran políticamente de la miseria y la burocracia estatal, para desesperación del hortelano. El hecho es que, ya sea engañando a la población para que se oponga a cualquier concesión o creando trabas innecesarias a la ejecución, ambos están logrando retrasar valiosos proyectos de inversión. Con ello no solo se corre peligro de que se desacelere más el crecimiento, sino que, al no haber tocado, aún, fondo la crisis en el exterior, en cualquier momento una empresa, por más grande que sea, decide congelar indefinidamente todos los proyectos que aún no haya iniciado. Por ello la urgencia de empezarlos.

El sector minero es un ejemplo de lo que puede ocurrir. Hace pocos meses se tenía media docena de proyectos de talla mundial ad portas de ser iniciados con inversiones para cada uno de más de mil millones de dólares. Hoy, luego de la caída en el precio de los metales, solo uno –Toromocho– se está ejecutando. Muchos de los pobladores que se dejaron engatusar por aquellos que requieren que siga la pobreza para tener mercado para sus propuestas y forzaron postergaciones en los proyectos que hoy están congelados, se deben de estar lamentando viendo a otras comunidades, donde sí hay inversión, prosperando. Incluso, es poco probable que puedan recriminarles por su intervención a los mercaderes de la miseria –o miserables– ya que estos, ante la postergación de los proyectos, ya partieron a obstaculizar a otros lares.

Sin embargo, el Gobierno no parece tener urgencia para apoyar la aceleración de la ejecución de la inversión. Ciertamente, en los proyectos que se discutieron recientemente no existían criterio uniforme; cada ministro parecía tener diferente interés, hasta hubo quien echó leña al fuego solo por figuración.

El riesgo de dejar la cancha libre a los que se oponen a la inversión es que no se logrará sostener el crecimiento y se llegará a la siguiente elección con una población sintiendo recesión, facilitando así la venta de los cuentos que ofrecen los miserables.

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