26.3.09

Reflexiones sobre la sin hueso

La boutade del presidente García respecto a que puede ser el gran elector del 2011 lo va a perseguir por mucho tiempo y a estas alturas debe estar arrepentido de tamaño desliz. Pero no solo el mandatario tiene últimamente tropiezos verbales; también algunos ministros, para quienes es sin duda tentador manejar directamente su relación con los medios de comunicación (son notorios los efectos sobre su ego y a los periodistas nos brinda titulares llamativos). Pero existen riesgos, porque si la estrategia de información de un gobierno no es adecuada, proyecta una imagen de desorden, por más eficaz que sean sus actos.
¿No habrá llegado el momento para que el Ejecutivo nombre un vocero de prensa y así evitar bochornos en el futuro? Alguien que transmita información veraz, no un spin doctor que intente influir en la interpretación mediática de los actos políticos. Y que no trabaje solo, sino en contacto directo con el presidente y rodeado de asesores de alto nivel de los ministros.


La concepción según la cual por un lado se gobierna y luego el presidente y los ministros mismos declaran sobre su gestión es contraproducente porque roba minutos valiosos de trabajo y puede saturar al público. El gobierno más poderoso del mundo tiene esto bien claro. Si ve el plano de la Casa Blanca y se estudia quiénes ocupan las principales oficinas y cuáles son sus funciones, se comprenderá que el vocero de prensa es una pieza crucial.

“Mi trabajo es tomar decisiones y el suyo es ayudar a explicar esas decisiones a los medios y al pueblo”, dijo en una ocasión el entonces presidente George Bush al presentar a su jefe de prensa, Tony Snow, quien por cierto era un veterano periodista y ácido crítico del gobierno pese a sus simpatías republicanas. Un magnífico resumen de la división entre gobernar y comunicar, en la cual solo los anuncios trascendentales son manejados directamente por el presidente y los ministros.

Hasta dónde recordamos, el único que en el Perú intentó algo parecido fue Toledo. Por supuesto, no funcionó por su incontinencia verbal y el afán de “robar cámara” (para no mencionar las intrigas y pugnas palaciegas y ministeriales que impidieron un trabajo profesional).

De modo que, para evitar nuevos papelones, convendría echar mano de alguien que funcione como un semáforo en las siempre complejas relaciones entre gobierno, medios y ciudadanos. Como dijo el apóstol Pedro: “quien quiera ver días buenos, que refrene su lengua”.

LA RAZON

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