24.3.09

Los mensajes contradictorios

LA NECESARIA REACTIVACIÓN ECONÓMICA

Por: Leopoldo Scheelje

Debemos felicitar al presidente de la República por su actitud positiva frente a la crisis mundial que afrontamos. Estoy de acuerdo en que hay que leer menos noticias pesimistas que vienen del exterior, pero tampoco debemos dispararnos a los pies. Y explico a qué me refiero. Todos pensamos que la construcción es un instrumento efectivo para mantener en crecimiento nuestra economía.

Así lo entiende el Gobierno, por eso su plan de estímulo fiscal está centrado en infraestructura y vivienda. Sin embargo, no todos los portavoces del Gobierno, voluntaria o involuntariamente, están dando mensajes en el mismo sentido. Al decir que los precios de las viviendas deben bajar están diciéndole al comprador: “¡No compres! Espera que más adelante comprarás mejor” y así como el año pasado todos compraban apurados antes de que suba el precio, hoy se demoran ante la expectativa de que suceda lo contrario. Al final, el mensaje termina siendo una profecía, pues nadie sabe cuándo comprar y por lo tanto nadie compra y el mercado se deprime y la economía no crece.

Cabría preguntarse, entonces, si los precios de los materiales como dicen están bajando y si esta bajada es significativa o no. El costo por metro cuadrado de construcción de un edificio ha disminuido, de febrero del 2008 a marzo del 2009, en US$2,85 dólares por metro cuadrado; es decir, 0,6% del costo total lo que equivale a casi nada. Entonces, por qué dar un mensaje que lo que hace es ir en contra del desarrollo del mercado inmobiliario.

Debemos, pues, felicitar la reunión del presidente Alan García hace pocos días, pero mejor hubiera sido si anunciaba alguna medida importante que apuntale el mensaje de optimismo. Aquí sugiero una.

El Gobierno ha dado una ley para pagar impuestos con obras de infraestructura y edificación que principalmente la utilizarán las empresas grandes. En este mismo camino, pero con una participación mucho más democrática; es decir, con un alcance mucho más diversificado, tanto por el lado de la oferta como de la demanda, el Gobierno puede extender esta ley a que también participen todos aquellos que compren una vivienda con préstamo hipotecario si es que les permiten pagar sus impuestos con los intereses que paguen por su préstamo.

El Gobierno está promoviendo viviendas de interés social. Me parece muy bien, pero no se está promoviendo el grueso de la construcción. En Lima el año pasado se construyeron US$1.000 millones en viviendas de más de US$40.000, es decir, las que no están en los programas de Techo Propio, Mi Hogar y Mivivienda y solo US$100 millones en vivienda de menos de ese precio. Acá no estamos hablando de hacer labor social sino de impedir que la economía se caiga.

Permitiendo temporalmente que las personas paguen sus impuestos con los intereses hipotecarios que generen las compras nuevas de vivienda en el año 2009 y 2010 estaremos dando un impulso decisivo e importantísimo a nuestra economía, porque haremos que las personas que están dudando en tomar la decisión de adquirir una vivienda por temor a la crisis mundial tengan un incentivo para que se decidan hoy. No olvidemos que las políticas que se adopten en este año son esenciales. Facilitar el crédito y reducir impuestos vía esta propuesta, pueden ayudar a recuperar la confianza, el consumo y la inversión. El plan de estímulo fiscal está muy bien pero no es suficiente. La solución al mantenimiento del auge de nuestra economía pasa necesariamente por el sector privado.

La labor del Gobierno debe ser facilitar la creación de empleo privado estable y esta propuesta puede ser el complemento que el plan de estímulo fiscal necesita y, por último, sus efectos serían inmediatos porque hay stock de viviendas por venderse y proyectos en marcha que se venderían más rápido y el Gobierno recuperaría los impuestos dejados de percibir en un primer momento con los impuestos que genera el efecto multiplicador de la construcción. Lograríamos elevar más el PBI de este año y sobre todo mantendríamos los motores en marcha.

EL COMERCIO

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