22.3.09

Gracias a Spencer

Entro al blog La habitación de Henry Spencer, uno de los santuarios limeños de la nueva comunicación.

Hago clic y llego hasta el video de Henry Spencer entrevistando a Adriana Cebrián, una muchacha que es música, ex integrante de una banda, solista ahora.

Spencer la presenta como Adriana Vainilla, que debe de ser su nombre artístico, y le pide probar una raspadilla gigante que le ha invitado.

Spencer bebe algo misterioso de una jarra con asa y exclama: “¡Hace un calor de la puta madre!”

La muchacha ha tomado el recipiente con la raspadilla blanquigranate y se le han acaramelado los dedos. Se frota las manos mientras sigue de frente a la cámara, en la misma postura que su interlocutor.

-“¿De qué quieres hablar?” –pregunta Spencer.

Pero antes de que la muchacha pueda contestar, Spencer se interrumpe y dice:

“Quiero anunciar algo. He quemado mi teléfono, este teléfono que me costó tres noventa y nueve, usado... Y se fue a la mierda y espero que el electricista me lo pueda arreglar...”

La muchacha lo sigue con la mirada mientras Spencer añade:

-Pero fuera de ese incidente (se refiere al teléfono), estamos de la puta madre porque tú viniste hace un año con la banda y quedamos en que ibas a regresar sola...

Spencer se pone a mirar la pantalla de su laptop, que está frente a él, y dice que el fondo de violín que se escucha se lo debe al vecino (“que es profesor de violín”).

En seguida lee un correo que acaba de llegar (la entrevista se transmitió en vivo, permitiendo la plena interacción entre bloguividentes y protagonistas) y que dice a la letra:

“A Adriana le falta playa...”

En efecto, a la muchacha, que es muy dulce, parece cubrirla una palidez cuidadosamente buscada. Spencer dice:

-Puta madre, a mí también (le falta la playa)... ¿A ti te gusta la playa?

-Me gusta el mar y no la arena –dice la muchacha.

Spencer farfulla algo que no capto bien y agrega la segunda pregunta real de la entrevista:

-¿Usas bikini o ropa de baño?

Cuando Adriana parece que va a responder, Spencer se interrumpe a sí mismo otra vez y suma un detalle importante:

-Yo te he visto en una foto con un bikini muy sexy. Fue en tu facebook. Era una foto muy sexy, como todas las que tienes en tu facebook...

De inmediato Spencer le pregunta -mirando la pantalla de la laptop- si el facebook tiene esa aplicación que permite saber quién entra a mirar las fotos de cada quien. Ella dice que no. Él le dice que ella no sabrá nunca cuántas veces ha entrado a mirar sus fotos.

Spencer se acerca a la pantalla y lee la pregunta que acaba de llegar y que es enviada por una tal Ariana:

-“Hola”, esa es su pregunta –dice Spencer-. ¿Qué quieres responder a ese “hola” de Ariana?

-Hola, Ariana –dice la muchacha.

Spencer lee otra participación internáutica y se entusiasma y aplaude:

-¡Bien! ¡Se puso mini! Uuuuuyyyy –.

Mira a la muchacha, que está efectivamente en mini, y le pregunta:

-¿Es un problema para sentarse?

-No –responde ella-. Ya tengo experiencia. Siempre me han gustado las faldas y los vestidos. Desde chiquita...

A estas alturas van 3 minutos y cinco segundos de entrevista.

Ya tengo suficiente. He recibido mi dosis de periodismo nuevo, de bloguismo ombliguista, de posmodernidad. Debo tener en este momento la edad de Matusalén, la nariz pútrida de Tutankamon. Un fardo de la cultura Paracas me sofoca.

O sea, de la playstation al putamadrismo. De la pantalla del nintendo a la pantalla líquida. La entrevista sin preguntas. El neorrealismo catatónico. Saussure asesinado. Todos los evangelios por el suelo. Una auténtica revolución de la comunicación. La naturalidad agradable que ya no busca nada (ni siquiera la decepción). La masacre de las utopías. ¡Puta madre!

Y yo, que he alquilado “Z” para volver a verla creo que 40 años después. “Z” de Costa Gavras. Una historia de compromiso y asesinato durante el gobierno de los coroneles griegos.

El mundo se nos había muerto y no lo sabíamos. Gracias Spencer por la lección. Henry, muchas gracias. Los que ya hemos muerto te saludamos.

CESAR H.

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