22.12.08

“Pachocha” en el sur

A 28 meses de gobierno del presidente Alan García, en el sur del Perú poco es lo avanzado en materia de programas sociales, planes de inversión pública y reformas estatales. Y los que aparecen como tales no logran cuajar en resultados concretos que sean realmente percibidos –y sobre todo recibidos– por las poblaciones más pobres de regiones como Arequipa, Apurímac, Ayacucho, Cusco, Puno, Moquegua y Tacna, a las que hay que sumar Ica –que luego del devastador terremoto del 15 de agosto hasta la fecha no ha podido reconstruir ni la mitad de su infraestructura–.

La clase política en general, y en especial aquella que tiene en sus manos la conducción del Estado, debería implementar medidas conducentes a generar estabilidad y desarrollo sostenido en las circunscripciones sureñas más pauperizadas. Esta es la mejor fórmula para prevenir conflictos, que suelen agudizarse cuando hay fallas administrativas regionales, corrupción, inseguridad ciudadana o cuando la incertidumbre aumenta a consecuencia de los efectos negativos que provienen de la crisis internacional originada en los países desarrollados.

No olvidemos que la pobreza e inmoralidad son las causas que más impulsan la ebullición social, la que puede ser más grave cuando después del próximo verano lleguen los complejos resultados de la crisis económica mundial. Hasta ahora el gobierno ha tenido mucha “pachocha” frente a lo que pueda incubarse en el sur a partir de la reducción de la demanda internacional de productos, de la contracción de nuestras exportaciones, del cierre de grandes industrias del exterior que nos compran y cuya recesión lógicamente repercutirá en nuestra economía y empleo. Es el momento de poner más atención al sur. No esperemos que pase más tiempo o que este gobierno tome medidas cuando ya está de salida. No esperemos que todo el peso de la crisis nos caiga encima para recién actuar, peor aún si actualmente existen estudios e informes que dan cuenta de la insatisfacción que se vive en zonas urbanas y rurales del sur.
Es decir cuando hay poblaciones enteras en Arequipa, Cusco o Puno, por ejemplo, que no confían en los gobiernos locales, en las comisarías, en los juzgados, ni siquiera en los hospitales o postas médicas, no dejemos que estas debilidades institucionales se conviertan en más frustración y en más violencia política. Por tanto, en base al análisis realizado, todos debemos contribuir a impulsar en el corto plazo cambios concretos en el sur a fin de que sus pobladores más necesitados sientan que el Estado y la inversión privada también llegan a ellos.

Sólo así se ganará la total confianza de la ciudadanía con miras a construir un futuro mejor y más próspero. De manera que los recursos anticrisis deben gastarse adecuadamente, y una forma de hacerlo es poniendo una mirada especial en las regiones sureñas de nuestro país.

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