1.3.09

La autoridad centralizada y firme que reclama el tránsito

Reiteradamente hemos advertido sobre la inseguridad y los daños a la vida y la salud que causa, con enervante impunidad, el caótico tránsito en Lima y todo el país. A ello se agregan hoy cifras estremecedoras de un informe sobre el costo económico de este problema: ¡Más de 6 mil millones de dólares anuales!, es decir más del doble de las inversiones mineras y un 80% de las exportaciones no tradicionales.

Tal situación no puede continuar. Habrá que pensar no solo en cuánto combustible se desperdicia, sino también en los millones de horas-hombre perdidas y en las operaciones económicas afectadas o frustradas debido al insufrible tránsito, lo que tiene un impacto directo en el Producto Bruto Interno (PBI). A ello se suma el maltrato y la afectación de la dignidad ciudadana y la calidad de vida que todo esto trae consigo, lo que se ve exacerbado por la construcción de obras en toda la capital.

El estudio técnico “Antídotos para la congestión y la inseguridad en el tránsito”, de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros, Asociación de Representantes Automotrices, Universidad de Lima, Jockey Plaza, Telefónica y Toyota, no se queda solo en el diagnóstico sino que apunta a varias soluciones.

Como telón de fondo hay aquí una crisis de autoridad que tiene que ser superada. Las municipalidades, el Ministerio de Transportes y los gobiernos regionales reclaman competencias en el tema, pero finalmente las responsabilidades se dispersan, confunden y diluyen, con lo cual las cosas siguen igual o peor.

¿Qué hacer? El estudio propone crear una entidad autónoma para el tránsito, que se encargue de normar, supervisar y sancionar con eficiencia. Esto suena bien en teoría, pero en la práctica demandaría una serie de cambios y hasta reformas constitucionales, pues se trata de algo más que un organismo regulador.

Efectivamente, no solo se trata de planificar obras viales, sino también de evaluar el sistema de rutas y normas, convocar nuevas licitaciones, manejar las revisiones técnicas, promover el recambio de unidades de transporte, coordinar con la Policía Nacional y dar prioridad a la semaforización.

Hay que devolver coherencia al tránsito, además de promover una cultura de respeto al orden. Sin el compromiso de los transportistas, choferes, usuarios y ciudadanos de a pie nada será posible: así como tenemos que saber exigir nuestros derechos, debemos respetar a los demás.

El diagnóstico está dado y también algunas alternativas de solución. Hace falta ahora que las principales autoridades del Gobierno Central, los concejos provinciales y los gobiernos regionales evalúen seriamente el proyecto y su eventual aplicación, en lo que las empresas se han comprometido a prestar su apoyo.

Es tiempo de dar una radical vuelta de timón al caos del tránsito con una autoridad centralizada que funcione. Así lo exige la dignidad de los peruanos y también las expectativas de desarrollo económico, que son trabadas por ese pesado lastre.

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