1.3.09

La revisión

Como buen peruano, fui a hacer la revisión técnica casi con el plazo en cierre para mi placa. Me enfilé resignado a alguna tortura medieval, porque mis recuerdos se remontaban a las revisiones técnicas de los años 80 en la Av. Argentina, donde el desorden, la suciedad y la corrupción eran parte del show.

Fui a la planta sur por Prolongación Huaylas y me topé con una

injusticia. Resulta que los graciosos de la Municipalidad de Lima te

hacen pagar peaje para entrar a… la antigua Panamericana Sur. La

criollada está en que esas casetas deberían estar unos metros más

adelante, de tal forma que sólo paguen quienes quieran ingresar a la

autopista de sur a norte y no cancelen nada quienes sigan por la bajada a la derecha para tomar la antigua carretera. ¡Te obligan a pagar dos soles por 10 metros de puente! Eso, señores Parra y Castañeda, se llama robo y es una viveza proporcional a esa otra pendejada que fue el peaje de la vía expresa Faucett. Este hurto debe parar cuanto antes.

Pasado ese disgusto, llegué a las revisiones. Eché de menos que no hayan carteles antes del peaje y en el camino mismo para indicarte la ubicación exacta. Como casi todos allí, compré mi triángulo de seguridad afuera (aunque no porque no lo tuviera sino porque el mío estaba roto) y entré, muy receloso.

Pues para mi sorpresa, el tema estaba bien organizado a pesar de que había un montón de autos en una hora pico (porque todo el mundo pide la hora de almuerzo, pensando que va a estar vacío o porque no tiene otro momento libre en el día): tomabas una de las tres líneas iniciales, pasabas por tu respectiva caseta de control (brevete, SOAT, tarjeta de propiedad y pago) y de allí en adelante tenías mucho más líneas para entrar al proceso de revisión. Todo me tomó unos 30 minutos en un ambiente limpio, con personal atento y sin atisbo alguno de corrupción (porque es bueno que te obliguen a manejar tu auto. Así se evita que dejes propina en la guantera, como otrora se hacía).

Claro que no todo era perfecto. Las líneas de ruta deberían estar dibujadas en el suelo (o, mejor aún, marcadas con ojos de gato). Un simple y barato toldo de lona aminoraría al calor, o acaso algunas plantitas para dar sombra y ventilar. También deberían permitir que

–ordenadamente- se vendan diarios, gaseosas y golosinas para matar el aburrimiento (o, como en los bancos, poner televisores arriba de los tres controles, pasando instrucciones y entretenimiento), la sed o el hambre. Otra falla es que falta un cartel grande que te advierta que tienes que pagar antes -con tus documentos- en una taquilla ubicada al costado. Te enteras cuando ya estás por llegar a las tres casetas de control. Y las tarifas deberían redondearse al cero, porque se arman unos chongazos en la cola por falta de sencillo.

Claro que sigo en contra de este monopolio que creó Castañeda (el gran responsable que ahora quiere pasar piola), pero hay que respetar los contratos y las normas y es indiscutible que éste es un proceso imprescindible para mejorar nuestro tráfico, así que a hacer todos nuestra revisión y no permitir que taxistas pendejos con autos destartalados y peligrosos vengan ahora a dárselas de los campeones de la libre competencia. Que Cabanillas y la Policía sancionen a los omisos.

Aldo Mariátegui

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