1.3.09

Gobierno sin memoria

El mismo gobierno que quería organizar los Juegos Olímpicos del 2006, considera que es casi una frivolidad utilizar una donación extranjera en construir un Museo de la Memoria, fin específico del aporte, sobre la base de lo que fue la exposición fotográfica Yuyanapaq, organizada por la Comisión de la Verdad.

La línea de argumentación de la negativa que expresan desde el ministro de Defensa hasta el ex izquierdista primer ministro, sostiene que los dos millones de dólares podrían emplearse más eficazmente en otros fines: escuelas, postas, caminos rurales, dice uno; entregar dinero a las víctimas, el otro. O sea, de pronto, les ha venido el tema de la prioridad social con recursos ajenos. Y cuando los alemanes les contestan que se podría discutir un paquete más completo, insisten en rechazar el museo.

Debe ser muy difícil entender fuera del Perú lo que está pasando. Una ministra llega y visita el Museo de la Nación, donde miembros de la Defensoría le explican que la muestra que le ha llamado la atención está en exhibición temporal, y entonces ella se ofrece a ayudar a que sea permanente y el gobierno bloquea la iniciativa utilizando todos los pretextos.

Mauricio Mulder, que actúa como vocero del APRA, da una clave para entender de qué se trata, cuando declara que lo que pasa es que la Comisión de la Verdad ha fracasado, por lo que no habría motivo para darle el premio de quedar registrada en las placas de un museo. ¿Y cuándo fracasó? Es evidente que cuando García ganó el gobierno y estableció una cruda alianza con el fujimorismo. En la Internet uno recibe constantemente presentaciones sobre el tiempo de la violencia en las que aparecen fotografías sobre Luccanamarca, Tarata, asesinatos selectivos de Sendero, torres voladas. Para que no nos olvidemos. Pero nunca se muestra Accomarca, Cayara, Putis, Soccos, Penales, La Cantuta, Barrios Altos, el Comando Rodrigo Franco, el Grupo Colina y tantos otros, que también existieron.

La batalla por la memoria realmente existe. Uniformados y derecha militarista han querido imponernos la visión de los “elementos demenciales” que están siempre al acecho para matar a la gente, de pura enfermedad ideológica, y de los “defensores de la democracia”. Y es seguro que los voceros de los derrotados también tienen su interpretación de los hechos, con buenos y malos. De lo que conozco, Yuyanapaq es el esfuerzo más honesto por romper el maniqueísmo y ponernos ante la realidad de una sociedad que se desgarró y ensangrentó en sus propias contradicciones. Y es así, porque no se pretende un parte de guerra, sino un documento de paz. Los mismos que quisieron alinearnos en medio del enfrentamiento para que no entendiéramos sus causas reales, no quieren tampoco que reconstruyamos la historia con objetividad y desapasionamiento.

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