Pintadas a favor de Keiko por doquier. Humala convocando a "mítines relámpago" provincianos, con el TLC con Chile como pretexto. Lourdes renunciando a la USIL para concentrarse en la política. Donayre hablando de candidaturas. Toledo preparando un próximo periódico electoral. Así, a mucho tiempo aún de las elecciones presidenciales del 2011, ya se comienzan prematuramente, en mi opinión a moverse fichas en una campaña que además se va a cruzar con las elecciones regionales y municipales del próximo año.
Siento cierta sensación de "deja vu", porque saltan semejanzas entre la situación actual y las elecciones de 1990, donde la partida electoral se dio prácticamente desde la fallida estatización de la banca, con Alan García de presidente.
Eso podría significar varias cosas: a) Que así como la elección edil limeña de Belmont reveló el cambio de tendencias, las próximas regionales-municipales marcarían el derrotero político futuro, que podría ser un auge de independientes. b) que una campaña larga desgasta a todos y favorece la aparición del outsider. c) que especialmente el puntero (Vargas Llosa otrora, Castañeda ahora) está sujeto a un intenso desgaste y al riesgo de ser "apanado" por el resto del pelotón. d) que Ollanta puede experimentar la implosión de Barrantes tras quedar segundo en las elecciones de 1985 y desaparecer repentinamente en las ánforas como éste. e) que otra vez habría candidato aprista (como lo fue Alva Castro en 1990) y candidato alanista (Fujimori). f) que el APRA podría volver a sacar una votación interesante a pesar de todo, como lo hizo LAC. Obviamente, existen muchos argumentos para derrotar los asertos anteriores.
No venimos, felizmente, de una situación de violencia y crisis económica como las de los 80 que evaporaron a la clase política. Que el por ahora puntero Castañeda es mucho mejor político que Vargas Llosa, y que a diferencia de éste en 1990, no se lleva mal con el ocupante de Palacio García. Que más bien la cancha de aspirantes viene mucho más congestionada ahora que en 1990. Que el APRA es más Alan hoy en día. Es que en aquel tiempo, nadie (LAC, Barrantes) se le acercaba remotamente al puntero Vargas Llosa en las encuestas (hasta que apareció Fujimori), mientras que ahora tenemos varios candidatos en carrera ajustada, que fácilmente pueden sacar entre 15% y 20% para poder aspirar a pasar por un pelo a la segunda vuelta, con finales de foto que serán más dramáticos aún que los ajustados triunfos de Alan sobre Lourdes en primera vuelta casi nada (un punto y medio en 2001 y medio punto en 2006, ayudado por los votos que a ésta le restaron Olivera con su 10% y Paniagua con su 5.7%), por lo que los personeros que peleen voto a voto en las mesas serán vitales.
Esto porque es muy posible, si no hay outsider, que los resultados nacionales de Lourdes, Keiko y Castañeda se ubiquen mínimo en alrededor del 18%, con Toledo que podría llegar más allá de su por ahora expectante 10% y todos apostando a pasar a la segunda vuelta con un posible puntero Humala (si es que el sureño voto antisistema serrano no se balcaniza también entre varios candidatos) y derrotarle allí. Falta mucho y pueden pasar muchas cosas. Por ejemplo, una candidatura de Jaime Bayly podría tal vez llegar al 8% y decidirse así por restas quién pasa a la segunda vuelta.
CORREO
Siento cierta sensación de "deja vu", porque saltan semejanzas entre la situación actual y las elecciones de 1990, donde la partida electoral se dio prácticamente desde la fallida estatización de la banca, con Alan García de presidente.
Eso podría significar varias cosas: a) Que así como la elección edil limeña de Belmont reveló el cambio de tendencias, las próximas regionales-municipales marcarían el derrotero político futuro, que podría ser un auge de independientes. b) que una campaña larga desgasta a todos y favorece la aparición del outsider. c) que especialmente el puntero (Vargas Llosa otrora, Castañeda ahora) está sujeto a un intenso desgaste y al riesgo de ser "apanado" por el resto del pelotón. d) que Ollanta puede experimentar la implosión de Barrantes tras quedar segundo en las elecciones de 1985 y desaparecer repentinamente en las ánforas como éste. e) que otra vez habría candidato aprista (como lo fue Alva Castro en 1990) y candidato alanista (Fujimori). f) que el APRA podría volver a sacar una votación interesante a pesar de todo, como lo hizo LAC. Obviamente, existen muchos argumentos para derrotar los asertos anteriores.
No venimos, felizmente, de una situación de violencia y crisis económica como las de los 80 que evaporaron a la clase política. Que el por ahora puntero Castañeda es mucho mejor político que Vargas Llosa, y que a diferencia de éste en 1990, no se lleva mal con el ocupante de Palacio García. Que más bien la cancha de aspirantes viene mucho más congestionada ahora que en 1990. Que el APRA es más Alan hoy en día. Es que en aquel tiempo, nadie (LAC, Barrantes) se le acercaba remotamente al puntero Vargas Llosa en las encuestas (hasta que apareció Fujimori), mientras que ahora tenemos varios candidatos en carrera ajustada, que fácilmente pueden sacar entre 15% y 20% para poder aspirar a pasar por un pelo a la segunda vuelta, con finales de foto que serán más dramáticos aún que los ajustados triunfos de Alan sobre Lourdes en primera vuelta casi nada (un punto y medio en 2001 y medio punto en 2006, ayudado por los votos que a ésta le restaron Olivera con su 10% y Paniagua con su 5.7%), por lo que los personeros que peleen voto a voto en las mesas serán vitales.
Esto porque es muy posible, si no hay outsider, que los resultados nacionales de Lourdes, Keiko y Castañeda se ubiquen mínimo en alrededor del 18%, con Toledo que podría llegar más allá de su por ahora expectante 10% y todos apostando a pasar a la segunda vuelta con un posible puntero Humala (si es que el sureño voto antisistema serrano no se balcaniza también entre varios candidatos) y derrotarle allí. Falta mucho y pueden pasar muchas cosas. Por ejemplo, una candidatura de Jaime Bayly podría tal vez llegar al 8% y decidirse así por restas quién pasa a la segunda vuelta.
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