18.3.09

El machista

Por: Abelardo Sánchez León

“Tú podrías ser un hombre de derecha —me dijo—, todo hombre de derecha es machista y tú lo eres naturalmente. No cuando piensas que eres inteligente, pero te brota de los poros”. Lo negué. Le repliqué. Me defendí. Mi madre, mis hermanas, mi esposa y mis grandes amigas son una escuela perenne de aprendizaje y respeto de la condición femenina. Me gusta estar entre mujeres. Como sentencia Julio Ramón Ribeyro: “Al llegar a los 40 años, uno se da cuenta de que más vale vivir en el comercio de las mujeres que de los hombres”. Pero continuó. “Hay hombres de izquierda que también son machistas. Parece que no nos libramos. Sin embargo, tengo toda la sensación de que la derecha y el machismo son una misma cosa”.

El machismo, en su esencia, no es democrático. No toma en consideración la independencia y la autonomía de la mujer. La relación se concibe a partir de la posesión y el dominio. Ejerce la violencia sexual, mental y educativa. Ordena, propone, no escucha. Carece de argumentos. A pesar de la presencia significativa de mujeres en el escenario público, la política es machista: no toma en cuenta la voz ni la posición de los ciudadanos y muchos temas los considera femeninos, es decir, secundarios, superficiales, como son el culto a la memoria, los afectos, el arte o los museos. Como si los asuntos del corazón, de la sensibilidad, de la cultura, se dieran exclusivamente cuando la barriga de los hombres está llena, su sexo apaciguado y la mente abotagada.

Cuántas veces los políticos profesionales han atacado a Mario Vargas Llosa por su lado femenino, aparentemente débil: ser escritor, vivir en la ficción, no entender la realidad. Es como si actuara como las mujeres: preocupado por asuntos insignificantes en la marcha del buen gobierno; un gobierno varonil que conoce el rumbo y no se detiene ante consideraciones subjetivas. No me cabe duda de que las declaraciones de Ántero Flores-Aráoz son machistas y muy semejantes a las de los políticos del actual gobierno, empezando por Alan García. Pero el machismo es así: sordo, intolerante, prepotente. Es, incluso, capaz de forzar, pegar, violar y matar a una mujer. El machismo es vertical. El pueblo, desde su perspectiva, es como una mujer a la que mira con desdén. Le mete el dedo. Lo engaña. Lo mece. “No soy así —le dije aterrado—, no me reconozco en ese retrato”.

EL COMERCIO

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