10.3.09

Entre la felicidad y la belleza

FRANCISCO MIRÓ QUESADA CANTUARIAS

Por: Aníbal Sierralta Internacionalista

Felicidad y belleza son cuestiones que involucran un desafío teórico y cuyas respuestas tuve la fortuna de recibirlas de Francisco Miró Quesada Cantuarias.

Conocí a este espíritu generoso cuando, agotando mis ahorros de estudiante, compré el libro “La otra mitad del mundo”: un texto que avizoró el desarrollo de China. Más tarde, creyéndome un profesor cuajado, lo busqué para indagar sobre el sentido de justicia y equidad. Su sencillez y su claridad me permitieron extender tan complejo tema hacia la física cuántica, área de indagación científica necesaria para mi libro “Negociaciones y teoría de los juegos”. Me ilustró con sencillez. Comprendí la diferencia entre un profesor y un filósofo: el primero requiere de días para explicar un tema y un filósofo solo horas. Por ello se dice de los profesores que, a diferencia de los tranvías que paran cuando pierden el hilo, aquellos continúan.

El amauta, que en estos días cumplió 90 años, es un filósofo no solo por su talento, sino también por su bonhomía y tolerancia. Alma sanmarquina que siempre lo acompañó. Y es que la cuatricentenaria universidad tiene un espíritu especial que pude disfrutar, cuando en 1994 sus alumnos me pidieron dar clases en su Facultad de Derecho. Venía, después de enseñar en universidades latinoamericanas, a tocarme de narices con una realidad distinta: estudiantes con limitaciones materiales, en medio del control de la milicia, la sumisión de sus autoridades; pero el deseo de aprender. Esa vieja casona tiene el alma de hombres como Miró Quesada Cantuarias.

Después los años me llevaron a la Maestría en Administración en donde conocí a nuevos corazones, en medio de un mundo donde lo práctico, lo redituable y lo fácil se abrían paso. Ello me inspiró a indagar el sentido de la felicidad y la belleza.

La filosofía busca la verdad y ella nos conduce a la libertad y la felicidad. De tal manera que la felicidad transita también por los vericuetos de la filosofía.

Un buen día, contemplando las esculturas en el salón de la cancillería, retomé ese enriquecedor diálogo con el maestro Miró Quesada Cantuarias, y recordando años juveniles, recorridos en diferentes períodos de nuestras vidas y por surcos distintos, abordamos el análisis de la belleza y el eterno femenino, pues los ojos de los hombres, como dice nuestro amigo Didier Opertti, siempre son solteros. Comprobé que ese inmenso desafío de la búsqueda de la verdad y de su explicación teórica no estaba alejado del deleite que trae la belleza, que es la expresión de un mundo hecho para los sentidos. La belleza no está en el objeto sino en los ojos de quien lo contempla. Luego se puede alcanzar la felicidad a través de la contemplación de lo hermoso. Es decir, llegamos a la felicidad a través del reconocimiento de lo bello en la cotidianidad. Así, pues, un hombre extraordinario hizo que me detuviera en la antesala de la academia de la vida y fuera impactado por la felicidad y la belleza.

EL COMERCIO


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