11.3.09

La izquierda legal

Por: Abelardo Sánchez L

La izquierda legal en el Perú tiene una deuda: no ha hecho un deslinde tajante con el terror que desataran Sendero Luminoso (SL) y el MRTA. Esa omisión permitió una fácil manipulación y que a la distancia se la coloque en un mismo saco. La ecuación resulta cómoda: ser de izquierda es ser terrorista.

La izquierda se divide en los años 60 en la línea moscovita y en la pekinesa. La línea china, maoísta, la denominada no revisionista, se va desgranando en Bandera Roja, en Patria Roja y, al final, en SL. Esa fracción es la que inicia la lucha armada en 1980. Debemos recordar que en los años sesenta también se formó la llamada Nueva Izquierda; incluso en EE.UU., donde militaron intelectuales de las características de Norman Mailer. Ver sus crónicas recogidas en “América”.

¿Qué pasó con la izquierda legal? ¿Prefirió el debate parlamentario de las ideas? ¿Si supuestamente creía en la toma del poder por las armas, por qué no lo hizo? Quizá no lo consideró conveniente. O no tuvo coraje. Ser marxista, recordémoslo, no es sinónimo de tomar necesariamente las armas. En el hipotético caso de haberlas tomado, quizá lo hubiese hecho con una metodología diferente a la senderista. No lo sabemos. Estamos especulando. Un marxista, además, puede ser un académico como Marshall Berman o José Aricó.

Debemos enfatizar que durante la década del 80 hubo en el Perú una izquierda legal, encabezada por Alfonso Barrantes Lingán, alcalde de Lima, compañero en las lides políticas de Alfonso Grados Bertorini y de Luis Bedoya Reyes y que tuvo una cierta amistad con Alan García Pérez. No olvidemos, tampoco, que muchas de las víctimas del terror de Sendero Luminoso fueron dirigentes de esa izquierda. Forzando una imagen, podemos afirmar que los dirigentes barriales enfrentaron sin armas a los senderistas y protegieron con sus muertes a las clases medias.

La izquierda legal, sin embargo, que optó por participar en los espacios democráticos, especialmente como congresistas, no hizo en su momento el deslinde necesario con la violencia terrorista. Y ahora es tarde. Como lo reconoce, además, en una entrevista Alberto Adrianzén, ya no existe esa izquierda como tal. Esa omisión, a pesar de su reconocida actuación pública, da pie a que se la entienda, sesgadamente, como un antecedente directo del proyecto de Sendero, que la idea de un museo de la memoria sea manoseada y se dificulte aun más una verdadera reconciliación.

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