21.3.09

La unidad debe proseguir

Por: Hugo Guerra

Querido lector, una de las principales lecciones políticas de estos días es el nivel de unidad nacional que los peruanos hemos alcanzado en torno a la demanda peruana ante La Haya en el caso de la delimitación marítima con Chile.

Como pocas veces en la historia reciente se ha logrado que los principales partidos políticos, así como una serie de personalidades y organizaciones académicas, profesionales y gremiales se pronuncien de manera armónica y coincidente en torno a una materia crucial en la que está comprometida nuestra soberanía nacional y la integridad territorial.

Todos entendieron que, estando en juego un interés superior a las individualidades y a los créditos partidarios, sí podían deponer las diferencias habituales y dar base amplia a una política de Estado.

Ha gravitado, así, el concepto más profundo de patria, es decir de ese vínculo emocional pero también racional que nos vincula colectivamente a la tierra donde hemos nacido y donde se pierde la historia de nuestros ancestros. También ha estado presente —aunque fuese solo intuición— aquello que la ciencia política define como objetivo nacional, es decir esa finalidad que el Estado debe perseguir en el tiempo y con todos recursos tanto materiales como espirituales para preservar su plena vigencia.

Pasada la coyuntura queda, sin embargo, la incertidumbre de si esta unidad podrá mantenerse. ¿Retomarán los políticos la lucha sin cuartel en su desbocada búsqueda del poder? ¿O existe alguna forma para mantener la convocatoria a la cohesión alrededor de los fines supremos del Perú?

No es este momento adecuado para adelantar una campaña electoral. Tampoco es hora de canibalismos entre líderes políticos y organizaciones sociales de base.

Hoy debemos preservar la unidad y sumar esfuerzos para sortear juntos el embate de la crisis financiera mundial; para proyectar políticas estables que aseguren la defensa diplomática y eventualmente militar de la peruanidad ante la voracidad del vecino; y para garantizar una mínima seguridad interna frente a las acechanzas del narcoterrorismo. Estamos, pues, obligados a reflotar instituciones vitales como el foro del Acuerdo Nacional, que tan descuidado anda. Tenemos, también, que reabrir espacios serenos de debate como el de un nuevo pacto social. Y, debemos limar todas aquellas asperezas que no permiten al Perú avanzar rápidamente en la búsqueda de mejores niveles de desarrollo y mayor justicia social.

Comparemos la falta de unidad que nos devastó en la infausta guerra del Pacífico el siglo XIX, con la oportunidad de la cohesión que hoy entreabre sus puertas y no seamos necios. ¡Basta de arrogancias y petulancias! ¡Por lealtad a nuestra patria definamos un derrotero común que nos consolide como un país poderoso en el siglo XXI!

EL COMERCIO

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