13.3.09

Los atenienses sí sabían...

Einstein solía decir que es más fácil desintegrar un átomo que un estereotipo. Y, lamentablemente, existe en cierto sector de nuestra clase política la idea inmutable de que las relaciones con Chile pueden marchar de maravilla siempre y cuando nos mostremos como buena gente, hablemos de hermandad y de cuerdas separadas y mantengamos los modales. A este numeroso grupo, que Ollanta Humala acaba de bautizar como “prochilenos profesionales”, se sumó ayer el premier Simon, quien opinó alegremente que la salida de Foxley y Goñi ayudará a mejorar las relaciones con Chile.
Simon debería informarse mejor antes de hablar. Foxley no ha caído en desgracia y por el contrario seguirá gravitando en el gobierno de Bachelet. Y el nuevo Ministro de Defensa, Francisco Vidal, no es una paloma sino un halcón experto en geopolítica. Estos cambios en el gobierno chileno no auguran nada bueno para el futuro de las relaciones bilaterales.


Ayer, justamente, encontramos un artículo del filósofo español Agapito Maestre que viene a cuento. Se refiere a la conducta de los atenienses con Melo, una pequeña isla del Egeo, durante la guerra entre Esparta y Atenas que tuvo lugar hace 2,500 años, y que Tucídides narra en su Historia de la Guerra del Peloponeso.

Frente a los melios que piden mantener su situación neutral, los atenienses les hacen ver que en una guerra absoluta como la que está en curso, entre atenienses y espartanos, no pueden permitirse neutralidades que serían consideradas signos de debilidad. Los atenienses son contundentes en sus argumentos frente al honor y justicia que reclaman los consejeros de Melos: “El examen de lo que es justo sólo se realiza cuando hay la misma necesidad por las dos partes. Donde hay uno que es fuerte y otro que es débil, lo posible es ejecutado por el primero y aceptado por el segundo”. He ahí el ultimátum de los atenienses a los melios, que termina con la famosa frase del derecho del más fuerte: “Por lo que respecta a los dioses tenemos la creencia, y por lo que respecta a los hombres la certeza, de que siempre, por una necesidad de la naturaleza, cada cual manda allí donde tiene poder para ello”.

No hemos aprendido de los errores cometidos en el siglo XIX con Chile y los repetimos en el siglo XXI. A riesgo de ser majaderos, reiteramos lo dicho aquí hasta el hartazgo: la diplomacia de nada sirve si no hay capacidad militar disuasiva para respaldarla. Por más razón que nos asista, como bien sabían los atenienses, manda el que tiene el poder para ello. Aquí tenemos papeles. Allá, armas de última generación.

LA RAZON

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