16.3.09

¿Otro Frankenstein de Alan García?

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

El juego electoral del general Edwin Donayre

Edwin Donayre anda de shopping para ver con quién puede ser candidato a sabe Dios qué, y no se puede descartar que algunos partidos, más desesperados por conseguir votos que por defender principios democráticos, lo quieran acoger.

El general Donayre reiteró ayer lo que viene diciendo desde hace un par de meses: que “casi todos” los partidos lo han invitado a participar en las elecciones presidenciales del año 2011 y que él está evaluando su decisión, para lo cual espera alguna señal de nada menos que de Dios o del pueblo.

Probablemente no tenga tantas invitaciones como dice, pero no debe descartarse que la tradicional inmadurez de varios partidos, más interesados en ganar votos para colocar gente en el Congreso, los pueda hacer cometer el error garrafal de servirle de puerta de entrada a alguien cuyo aporte al fortalecimiento institucional y democrático sería lamentable.

Donayre dejó el Ejército en el contexto de unas declaraciones absurdas sobre Chile pero que no eran ninguna novedad en alguien que se pasó su gestión en la Comandancia General diciendo sandeces inaceptables que Rafo León recordó el último sábado en Somos.

Este general enfrenta una acusación por corrupción en el manejo de la gasolina en el Ejército. Una demanda así puede enfrentarla cualquiera, incluso alguien inocente, pero lo insólito es que Donayre decidiera que no le daba la gana de atender la citación de la Fiscalía. El premier y el ministro de Defensa tuvieron prácticamente que rogarle que fuera.

Y cuando debió dejar el cargo lo hizo con unas ceremonias en los cuarteles que eran verdaderos mítines políticos que no solo revelaban su intención electoral sino su total desprecio por la autoridad civil. El ministro Ántero Flores-Aráoz debió retirarse de la última de sus payasadas. Se fue como le dio la gana dejando en ridículo a las autoridades políticas del gobierno.

El presidente de la República, sin embargo, guarda un gran recuerdo de él y no deja de expresar su aprecio por quien, en realidad, es una amenaza para la democracia peruana. César Hildebrandt acaba de recordar, en La Primera, el papel decisivo que García tuvo, en 1990, al final de su primer gobierno, en el triunfo de Alberto Fujimori, incluyendo la tarea ‘periodística’ de Página libre, el diario auspiciado desde Palacio.

¿Alguien duda de que, en la próxima elección, el presidente García no va a querer tener, otra vez, un rol clave y que, para ello, tendrá varios ‘tapaditos’ que usará según su conveniencia? Cuidado con que, así como en 1990 dejó a Alberto Fujimori, en el 2011 nos deje a Edwin Donayre.

LA REPUBLICA

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