7.3.09

Papeles versus F-16

Aunque algo es mejor que nada, resultó bastante tibia la respuesta del presidente García a las últimas insolencias chilenas. Y que no se diga que así debe actuar un jefe de Estado, porque cuando otros deslenguados como Hugo Chávez y Evo Morales han metido su cuchara en nuestro país, la reacción ha sido mucho más rotunda. No vemos por qué a Chile se le debe medir con otro rasero.
Cierto que en momentos de tensión la precipitación suele ser perjudicial. Pero buena vecindad no significa poner la otra mejilla a cada rato. Y no es tan exacto que los desatinados comentarios de Foxley, que merecieron el absoluto respaldo de Bachelet, obedezcan solo al nerviosismo chileno por el resultado de la demanda marítima ante La Haya. Hay, parafraseando a Shakespeare, un método en la prepotencia chilena.


No olvidemos que a los pocos meses de la toma de mando de Alan García, a la que acudió una sonriente Bachelet, los vecinos intentaron sorpresivamente patear el tablero al crear una nueva división territorial que mutilaba 35.000 metros cuadrados de superficie peruana a la altura de Tacna. El Congreso de Chile aprobó dicha ley a mediados de diciembre de 2006 y, contra lo que se esperaba, Bachelet no la vetó, aunque la envió al Tribunal Constitucional en consulta (por eso el presidente García, que por entonces aguantaba menos pulgas, prefirió no viajar a Quito en el avión presidencial chileno a la asunción de Rafael Correa). Y aunque el TC chileno declaró inconstitucional el proyecto y el gobierno sureño acató el fallo, el episodio sirvió para que Bachelet mostrara la hilacha.

Chile se precia de ser país globalizado pero actúa con la zona más primitiva de su cerebro político. Y Foxley no habla así por descuido o porque no tenga experiencia diplomática. Sus palabras reflejan el crudo punto de vista de una cancillería que está en manos de halcones vinculados a los sectores más belicistas de las fuerzas armadas chilenas.

Y, así, llegamos al punto central. Tenemos toda la razón en nuestro reclamo marítimo y de seguro ganaremos en La Haya. El problema es que los chilenos, armados hasta los dientes, desdeñan a aquellos que apelan a las normas internacionales y al derecho pero carecen de poderío militar para respaldarlo. Aquí se esgrimen únicamente papeles; al otro lado de la frontera, cazas F-16.

Por eso, indigna ver ahora a algunas prominentes figuras del gobierno anterior ponerse de súbito la camiseta patriótica. ¿No fueron ellos acaso los que impulsaron la suicida doctrina del desarme unilateral? ¿No fueron ellos los que colocaron en Palacio al asesor chileno Esteban Silva, quien le susurraba al oído a Toledo que si el vecino compraba armas el Perú debía adquirir lápices? ¿No propiciaron una caza de brujas mediática y judicial que minó terriblemente a las fuerzas armadas, a sabiendas de que la moral castrense es tan o más importante que la cantidad y calidad del armamento? Quienes sembraron las bases del derrotismo ahora se presentan como nacionalistas. La verdad, no sabemos si reír o vomitar.

LA RAZON

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